La Tola, el barrio que nunca pierde



Nunca como en esa época, la bandera del orgullo toleño flameó en el mástil más alto. Eran las décadas 60s y 70s del siglo pasado. El causante de tanto engreimiento era un hombre pequeñito, de 140 libras, pelo rizado y estampa común que, no obstante, tenía por manos dos combos que tumbaban como postes a todos los rivales que le ponían enfrente: Eugenio Espinosa. Después de cada pelea ganada en el ahora coliseo Julio César Hidalgo de la calle Olmedo, el ídolo de la ‘Capital de Quito’, nacido en Tulcán, era sacado en hombros por sus fervientes admiradores y trasladado así hasta su casa, ubicada en la esquina de las calles Ríos y Chile. Lo hacía en los hombros de ‘El Platanero’, un robusto gigantón que tenía una espalda de Robocop a causa de cargar los pesados racimos de banano. Claro, siempre había una obligada ‘parada técnica’ en alguna de las cuatro cantinas de la ‘Esquina de los cuatro radios’, ubicada en la intersección de la Chile y León y bautizada así por el fino pero ácido humor de los vecinos. Esas jornadas, cuentan algunos testigos presenciales, eran las que ponían ‘groggy’ al campeón y hacían humo una buena parte del dinero cobrado. Muy pocas veces la caravana llegaba hasta ‘El piedrazo’, mítico restaurante-cantina bautizado así porque la dueña, Maruja de Ortiz, echaba de madrugada a los malos borrachos a la calle y estos querían regresar golpeando las puertas cerradas… a piedrazos.

HOLA